lunes, 15 de septiembre de 2014

Me contó mi abuela que aprendí a leer alrededor de los cuatro años, que ella me leía cuentos pasando el dedo índice por abajo de la letra por la que iba, para no perderse, y que una vez le dije ya sé leer solo, como si le dijera ya no te necesito, ya no necesito a nadie. Después supe siempre que soy escritor: hoy la palabra escritor me da miedo y no la usaría para hablar de mí, pero de chico sentía eso. En los primeros grados de la primaria nos hacían escribir cuentos, y como queria ser el mejor escritor pero sin idea de qué sería lo que hace que un cuento sea bueno, me esforzaba por escribir el cuento más largo. Así que durante el poco tiempo que la maestra o el maestro nos daban para escribir escribía apuradísimo, como si mi vida estuviera atrasada. Leía todo el día, nunca hubo nada que me guste más que estar tirado en el piso panza abajo con un libro, especialmente cuando estaba en el campo. Lo que más releía eran Las 1001 noches, Gulliver y todo lo que encontraba de mitología griega. A ese pibe no lo voy a decepcionar nunca. Abría los libros en cualquier parte y le metía, ni se me ocurría empezar por el principio y terminar por el final, así que eso de dar un libro por concluido es algo que no pasaba. Seguro hay partes que leí cincuenta veces y otras capaz que no leí nunca. A los 11 años, en una primera sesión con un psicólogo, dije "escribo" y él me pidió que le muestre algo y me di cuenta de que no tenía nada escrito. Así que me puse a escribir unos cuentos para que no sea mentira eso de que escribo. A los 14 años descubrí a Kafka y empecé a hacerme cargo de que soy un animal nocturno. A ese pibe tampoco voy a decepcionarlo. Nunca fui demasiado inteligente pero sí muy sensible, así que me compenetro mucho con lo que leo. No leo nada que no me emocione, pero por suerte me emociona casi todo. El único objetivo que tengo en la vida es escribir tres o cuatro libros honestos y profundos. Lo demás no me importa mucho, pero sé que para llegar a ser el escritor que me gustaría ser tengo que vivir bien, tengo que amar bien, que ser una buena persona, un buen amigo de mis amigos, tengo que aprender todo lo que pueda aprender de las mujeres y de la naturaleza, tengo que viajar y tengo que ser padre. Mi abuela nació y pasó su infancia en La Niña, un pueblo que en ese momento no tenía más de trescientos habitantes. Libros no había, así que todos los meses esperaba ansiosa que pase el hombre que iba de pueblo en pueblo vendiendo revistas y se gastaba todas sus monedas en unas revistas con novelitas románticas. Hoy es la lectora más absoluta, más ingenua, más hedonista del mundo. Pasa de Joyce a unas porquerías tremendas y a todo lo disfruta de la misma manera, no tiene noción de "buena literatura", "mala literatura", esas cosas. Mi familia paterna sí es muy literata, pero en la materna mi abuela está sola, nunca tuvo familiares que lean ni amigas que lean, no importa, se la pasa leyendo. Yo quiero ser como ella.

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