lunes, 15 de septiembre de 2014
El barrio está tranquilísimo desde que cayó el Chaco. Es increíble cómo una sola personalidad traía tanta gente quilombera a mi cuadra: cayó el Chaco y los chicos dejaron de parar acá. Se habrán buscado otra cuadra, u otro barrio. Otra cosa increíble es que todavía no lo reemplazó nadie, siempre se reemplazan. Hace más o menos un año y medio que vivo acá, y el Chaco era el tercer pibe así medio líder de la zona. El primero no me acuerdo de cómo se llamaba, le voy a poner A. La última vez que lo vi estaba pelado y con la cara lastimadísima, había pasado unos días preso. Charlamos dos boludeces en la esquina de la carnicería y cayeron dos pibes más, un negro dominicano y el que tiene un ojo blanco y nunca habla. Yo me fui en seguida, era de madrugada, no sé a dónde estaría yendo. A los pocos días el negro dominicano me dice que a A no lo vamos a ver más, que el otro día me estaba por afanar y si no caían ellos me la ponía, pero más que nada insistía en que a A no lo vamos a ver más y en que a partir de ahora tengo que ayudarlo a él. Toda la fauna cambió, de a poco los pibes que paraban con A empezaron a desaparecer, y a aparecer otros, siempre alrededor del negro dominicano. Las últimas veces que lo vi al negro dominicano estaba cada vez más drogado, la última estaba mucho más charlatán que de costumbre, y después dejé de verlo. El resto de los pibes eran los mismos y él no estaba. Ahí empezó a aparecer el gordo, también. Pero el más presente era el Chaco, y este sí que armaba bardo, era una topadora. Es el pibe al que más guita le di de todos. Porque la onda es esa, si vos les charlás bien, parás cada tanto con ellos aunque sea poco tiempo, les comprás una vez muy cada tanto una de esas bebidas horribles que toman, los usás para hacer tus negocios y les das unos mangos si te piden y tenés, te van a cuidar como si fueras de oro. La única vez que alguien se me acercó mal yo al toque ya tenía cuatro pibes alrededor defendiéndome. Te da una sensación de poder muy linda. Es lindo vivir en un barrio así, siempre que salís puede pasar algo. El Chaco era una topadora, un par de veces me hizo acompañarlo en un par de movidas, decía que está bueno tener un cheto al lado, me metió en unos lugares flasheros. Pero un día le pregunté a Yoni qué onda el Chaco, que no lo veo hace rato. Cayó, no lo vamos a ver más me dijo Yoni. A Yoni también dejé de verlo hace dos o tres meses: las últimas veces estaba empezando a trabajar con el herrero español de la otra esquina. Yoni me quiere mucho, porque una vez que llovía zarpado y hacía frío que llegamos con Emiliano Morales a la madrugada lo invité a dormir en el piso de mi buhardilla (con Emi dormimos los dos en el mismo colchón haciendo cucharita). Un toque me quiere, un toque me insiste para que lo invite de nuevo, y se pone re pesado y feo si tomó algo. Bueh, a él también hace rato que no lo veo. Y al gordo, ahora que lo pienso, hace como dos semanas que tampoco lo veo.
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