lunes, 30 de marzo de 2015

De tierra nos queda una noche
visible entre los dedos
abriéndose una vez por cada
laguna que queremos ver juntos.
No nos queda mucha noche, siento:
tanto pensamiento al pedo embrutece
y endurece. Apenas una, de tierra, visible
entre los dedos se ve si está abierta y cómoda.
Hecha casi de aire afuera
esa orejita de pregunta,
ese ruido hondo, rey debil
soñando un escándalo.
Esa orejita visible entre los dedos, comestible,
sin ruido, constelando los hombros
enfrente de un hombre que mira un gran deseo de hembra.

jueves, 26 de marzo de 2015

Los dos hombres terminaban de bajar el cajón al fondo del pozo (con sogas) y piden permiso para proceder a tapar con tierra el cajón que contiene el cuerpo de la petisa. El padre no deja pasar ni un segundo y dice adelante. Los dos hombres proceden, con palas, y la violencia de la tierra que cae y golpea me atornilla al suelo, a una verdad. Queda una montañita, en ese lugar (el día siguiente llovió, volví al lugar tres días después y ya casi no había montañita). De mi grupo de amigos soy el que está más adelante: cada tanto los busco con la mirada y después me arrepiento, me digo que a esto lo tengo que sentir solo, que es una emoción fuerte y de esas que se estiran muchos años, que nunca estuve tan solo, que compartir lo diluiría. Uno de los dos hombres habla: que el cementerio solamente reserva ese espacio y la cruz de madera con el nombre (Dione Ragendorfer), que cualquier agregado correrá a cuenta de la billetera de quien quiera hacerlo. Parece que explican las reglas de un juego. Nos vamos caminando en grupo y escuchamos, atrás, una cantante lírica. Hay un sol tremendo.
Dos pares de mujeres que dos horas antes estaban por separado leyendo libros buenos (novelas) ahora se distribuyen en la superficie del bar. Los movimientos parecen aleatorios. Dos son indiscutiblemente dulces y a las otras dos me gustaría conocerlas mejor. En el suelo del bar se despliega una materia gris. Las cuatro demuestran asombro y buscan una autoridad a la cual informar y pedir soluciones (un mozo, un cajero, el dueño del bar). Más se asombran al no encontrar ningún humano. Se asoman a la cocina: no hay cocina. Se deciden a salir, a irse sin pagar: notan, ya sin tanta sorpresa, que no hay nada que pagar. No comieron ni tomaron. Se preguntan entonces si tienen hambre. No hay respuesta. No sienten hambre ni no-hambre, como si no fueran del todo cuatro mujeres humanas o como si estuvieran en uno de los extremos del péndulo. Se deciden a salir de ese lugar, y saben que va a requerir de mucha concentración.
No digo por ejemplo dos miradas dos miradas la una paralela de la otra ni quiero decir dos miradas que se encuentran porque en ese momento en ese cuerpo y en ese cuerpo la mirada no importaba más que nada, o sí, me retracto y me digo lo contrario, la mirada en ese cuerpo no estaba en los ojos ni en la cara ni en la posición de la mandíbula como acostumbra sino que era absoluta, la mirada le salía de toda la carne, del cuerpo entero y no solamente del cuerpo de carne sino que le salía, se le escapaba, de los otros mil cuerpos además del cuerpo de carne que el dueño de un cuerpo tiene. Y lo mismo digo de la mujer, le pasaba lo mismo.
Así que era como bailar conocerse.

martes, 24 de febrero de 2015

Somos dos, un país lleno de ríos. O: somos un país, dos personas rodeadas de cascotes que parecen montañas.