martes, 2 de diciembre de 2014

El movimiento de su aire estaba bien regulado. Una buena tarde, seguida por una buena noche. Una persona cerca, hablando a veces, incapaz de hacer el mal. Chanchos. La luz, el color, pueden empezar a lamer. Así bajó otro día, en el centro de algo, no importa de qué.




Intentando que sus palabras pasen tan inadvertidas como el viento en la oreja o el movimiento de los pastos cuando un animal se esconde. Una parte desarrollaba la musculatura. Otra parte se interesaba exclusivamente en dejar crecer las fantasías. Ninguna ciencia, en un lugar como este, sirve para nada.



La novia duerme, el perro duerme, los chanchos duermen. Una noche así puede aturdir a las personas de a una. Copia a las personas, de a una. Su madurar no excluye lo aprendido durante el día. Las bananas, oscurecidas y ablandadas por el sol, se van incluyendo en la madurez de la noche. Una película tranquila sobre todo el ventanal. Algo, de lejos, muge sin motivo.



Noche, telas, qué esconden, esconden a mamá, esconden a papá, a los tíos, a la cena que aturdía, al recuerdo de mascotas viejas. Noche, hilo, moho, qué madurez rápida, gracias por incluirme. Cielo azul, búho, maizal, una persona cerca.





No exagerar, pero estar disponible a la negrura. Piramidal, funesta, de la tierra. Paciencia y sacrificio, como podría aconsejarte cualquier mujer. Para construir el hilo de cualquier relato. Llega eso que precisa de más paciencia y sacrificio cuando se cuenta que cuando se vive, y ahí nace el río.






Ahí nace la corriente, el ecosistema. Faltan un millón de horas y estoy en silencio.




El túnel del relato. El túnel secreto que cada relato esconde. La capacidad del hongo de transmutarse en pequeño animal. Todos estamos siendo copiados, de a uno. De a un músculo: uno es copiado ahora. Me voy incluyendo en el relato de otro, un poco más en cada párrafo.





En la mirada de los demás le parecía ver la ley. Como alguien tocando algo que le da asco durante un tiempo prolongado. Tuvieron que esperar al viento. El salón se dividía varias veces, confundiendo al que quiera encontrar su centro de gravedad. Los enemigos actúan con perfección mecánica. Si se respira más lento se envejece más lento. La exhalación es mejor que la inhalación: verdad estética, moral, ontológica y erótica.





Tener siempre dos cuadernos. El juego de los espejos. En uno el movimiento firme, en otro los picoteos. El movimiento del aire está bien regulado. En el centro de algo, no importa de qué.




Mirás, a la mañana, en el espejo, una parte del pasillo. Caminando despacio se acerca descalza. Están en el campo, de vacaciones. En ese momento se ilumina el viaje.





Y su vida se fue arrastrando hasta cumplir treinta años. Caminando por el pasillo veo pasar a una mucama vieja que se murió hace dos años. A su símbolo. Todos los animales fueron fabricados por el mismo universo. El ombligo. El aire.





Hermanos y padres comiendo carne fría: los días y las noches se apilan. El living, lleno de centros. Los hermanos se mueven como planetas. El cielo, saturado. Antes de la época de los fantasmas la época de las borracheras. Dentro de cada planeta descansa un templo. Dentro de cada templo descansa un animal. Mas allá, la orilla.




El padre alguna vez estuvo perdido. La madre alguna vez estuvo perdida. Las noches cada vez más cortas. Tuviste una carrera. Amor, ciudad. La gente te conoció. Comiste carne fría con tus seres queridos.





Convivía con macetas llenas de hierbas aromáticas. Pedirles inclusión. Ciudad que encontré con ayuda de los alerces dejame explotar arriba tuyo.






Una vez en la ciudad, caminando y mirando, las personas me parecieron, cómo decirlo, demasiado educadas. Ella en el tren pensó sus besos deben ser una delicia.




El maizal apenas susurra, queriendo a su susurro hacerlo indivisible. Arriba un tero. A los lados madrigueras y en algún lugar zapallos minúsculos. No se te ocurra comerlos, me decían de chico. El sol abre un túnel por sobre los rastrojos. Una persona cerca. Con cada paso un poco más silenciosa.





Un túnel adentro suyo. Los chicos crecen, las hortensias crecen. Esa chica escribía. La apariencia de nuestros ánimos esta tarde, jugamos a que siempre algo peligroso cerca, ese tipo de apuro. ¿Está pensando en algo? ¿O los pensamientos, volubles, la obligan a dispersar su atención del texto? El maizal se deja abrir, deja pasar el aire. Apenas lo toqué y ya lo perdí.




Fantasmas de distintas muertas yendo y viniendo por el mismo pasillo. No hay concentración posible, nada que podamos sentir centro. La geometría divina no olvida un segundo al infinito. La novia se despierta y sale. Mira la distancia verde, escucha los álamos, se despereza. Su cara es blanca como una nube. Hoy hay pocas moscas. Viene, se acuesta al lado mío, en el pasto, y me dice que tiene frío. Hay una persona cerca, pasando por un túnel a toda velocidad.




Como párpados nos protegemos y bloqueamos a la vez. La sed, tanta sed, la sed nos define.








A la ciudad sin embargo vas a poder verla siempre. Y un día estallar de leche entre sus torres, que son sus nubes. De nuevo, imaginemos a esa chica sin personas cerca. Descalza, susurrante, como el maizal, como con el maizal. El túnel se abre de caballerosidad cuando el sol más quema. Ahí, incluyendo a las bananas oscuras, incluyendo a la noche madura, el latigazo. Los abdominales se contraen hasta casi acalambrarse. Su cara, blanca y seca como una nube. Su, y es lo más hermoso en algunas mujeres, alternancia. Capaz de perderle el rastro al sexo, y caminando entre árboles amarillos de tanto otoño volverlo a recuperar. Estoy talando, un túnel más resistente que el roble. Talando hasta sentir el quejido y el golpe.




Si soplan el maizal solamente consiguen lo que el viento les dio. Con el viento llegan sonidos que antes no llegaban: murmullos, mugidos, aves. Dejamos pasar los días. Aves de todos los colores. Ninguna ciencia en un lugar como este nos sirve. Cuando conseguimos establecer una regla todas las cosas dan un vuelco. Estábamos contentos, la comida había salido rica, el silencio nos quedaba lindo. La geometría no olvidaba al infinito, ni por ese segundo en el que nos gusta residir. Todo se puede dividir por el infinito.





Los sueños son en un lugar que se asemeja a un campo de concentración: estructuras de hierro donde se ve y se respira calor. Carbones, ladrillos. Las mandarinas se juntan, se cierran, se van ablandando hasta por una ranura empezar a dejar salir su jugo. Salen de su madre para verse con quien los avergüenza.




Sensación íntima: todo lo que me queda para hacer. Los desiertos van creciendo, todos deudores del mismo cuerpo. Un bar, una risa.




Había un maestro, sin mujer ni relaciones demasiado profundas con ninguno de sus discípulos, a punto de morir (le quedarían unos meses, menos de doce). Había una novia mía triste sin razón aparente. Había un chiste que falló. Había tres negros (negros de verdad) en un colectivo en Buenos Aires. Cuatro ruidos raciales, en un cuarto iluminado.





Los chicos se mueven en órbitas de humores demasiado diversos y pronunciados. Como si vinieran de lugares sin nada en común. La columna del maestro como una estaca se clava uniendo cielo y tierra. Un ruido, un olor. El regreso a las familias.




La manera del cráneo; la petisa caminando desde el horizonte hacia acá. Después algo instantáneo (como un viento en un pasto o una luz en la piel) que justifica todas las escrituras, y el intento boludo de ser aceptado.




Inseguridad en la tierra y en el sexo. Claves cortas, torpes. Había un chiste que falló en el cuerpo de la novia triste. La posibilidad de una vida distinta?





Sin campo se acerca en guerra contra la línea del horizonte un gordo bestia. Así se define este otoño que te prohíbe salir del pueblo.




Hay inteligencia en los sonidos sueltos, y todo tiene sentido. Una chica dice dios con mala cara. La música fuerte molesta. Sospecho de las introversiones ajenas, aunque la mía sea pura. Roban como los dioses.




No existe nada puro, neto. Cuál es tu verdadero nombre. Cuál es tu verdadera forma de narrar. Cuánto te mentís si reciclás textos viejos. Descubriste gente buena y te hiciste el enfermo. Malas épocas tenemos todos. Sos una persona reconocible, particular. De golpe, vas a tener que desempeñar ese papel hasta el fin.








Acá nadie aprende a bailar si no es por una mujer. Nadie entra en un maizal por iniciativa propia. En cada templo hay una persona. En cada persona hay un choclo. En un vegetal hay tanta vida como en un planeta. Estabas increíble con tu vestido nuevo pero igual te llenabas de celos. La copia, el doble, son ideas que no existirían si no fuera por la literatura. La hortensia se deja abrir, deja pasar el aire.

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