El que pesca mira a izquierda y derecha:
le apuntan con flechas y lanzas
los hombres de su pueblo
y las mujeres de su ciudad.
Sin sorpresa
cierra los ojos
intenta llegar
a una visión que no aparece.
Así que habla: ¡disparen! Pero en vez de grito
habla un zorzal
y baja, y distrae
a los tallos de los hombres
y nervaduras de las mujeres.
Ahora apuntan al lago
que el zorzal acarició.
El que pescaba, sediento, camina.
Apunta al punto donde el sol va a caer.
Un día va a agradecer como debe.
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